En esta sociedad tecnológica en la que vivimos, consumista y plastificada han surgido nuevas escalas de valores y se ha formado una forma de pensar que se presume lógica, una ideología masiva, seductora, de fácil apropiación y utilización como todo lo que se produce actualmente. Esta conciencia social arrolladora propende por la practicidad, por el resultado inmediato, la felicidad condicionada al éxito, el dinero como fin, el dinero provee de todo, incluso de amor, cantidad, calidad, resultados, respuestas claras, sin rodeos, sin devaneos, eficiencia es lo que realmente importa y no se deja espacio para más cosas.
Sucede que una vez manipulada la sociedad, esta manipula al individuo, reduciéndolo, haciéndolo profundamente infeliz, haciéndolo esclavo de gustos e intereses creados precisamente para que nunca este conforme con lo que tiene, que busque fuera de si mismo cosas que nunca le hicieron falta, el individuo apropiado de esta forma de pensar juzga lógico su afán de poseer, de vivir de acuerdo a las metas que se le imponen sin siquiera darse cuenta del proceso mental del que es víctima a diario y del que hace juego, pues innumerables veces el mismo encarrilara a cualquier oveja que intente salirse del rebaño que aletargado cree con toda fe que se debe tener para ser, producir para poder hacer, sin sospechar siquiera que sería mejor ser primero y luego tener, pues sin saber quiénes somos en realidad, sin detenernos a pensar en lo que en realidad queremos y necesitamos, ¿cómo será posible alcanzar algún grado de beneficio verdadero con lo que adquirimos sin caer en el postulado de felicidad al alcance de tu bolsillo?
Este mundo es un mundo que le pone un precio a todo y que aprecia infinitamente todo lo que sea placer y lujo, pero solo para la carne, el arte, la poesía, la filosofía, pensar solamente por pensar, no son ya considerados lujos innecesarios, son pecados, pensar es un delito porque contraviene la ley del mercantilismo, del consumo, estos lujos que aguijonean la mente y producen cargos de conciencia, por eso la sociedad excluye a todo el que piensa, no es necesario que piense diferente, con que piense basta, debe ser el individuo un ser que no intente despertar del sueño cómodo y facilista que duerme la sociedad entera, que vive atareada no se sabe en qué, corriendo de un lado para otro sin llegar finalmente a ninguna parte.
Es increíble como la sociedad nos impone un estilo de vida sin que la masa se resista, miles de personas seducidas y esclavizadas, cándidamente aceptan los valores, y se dedican diariamente a producir, producir, producir, para gastar, gastar, gastar y sinceramente creen, como se cree en un dios, que el dinero puede comprar felicidad, que una tarde de compras es un excelente plan, sin detenerse a reflexionar el motivo de esa aparente felicidad, el rito al que nos entregamos es profundo y perturbador; Sin embargo es más desalentador que se le imponga al individuo unas metas en la vida y que este, como individuo no tenga la suficiente fuerza, convicción, la voluntad de rechazarlas y construir su propio proyecto de vida.
Partiendo de que esta existencia terrenal es la única con la que cuenta el individuo, esta absurda situación me hace pensar que el ser humano puede llegar a ser terriblemente frágil e impotente ante presiones sutiles, llegando al extremo de condenarse a una existencia vacía, llena de felicidades vacuas y sufrimientos amargos pero carentes de sentido, una vida de preocupaciones obsesivas, de miedos, de egoísmo, de desconfianza, acumulando miles de frustraciones diarias, sumergido en la plena inconsciencia de una realidad que está allí al alcance de su mirada pero que debido a una conciencia poco cultivada se presenta impenetrable cual si fuera roca solida.
Esta existencia que tiene el hombre, dedicada por completo a escapar de la pobreza lo deja ciego de una realidad contundente, al final no importa con cuánto dinero se cuente en el bolsillo, pues la generalidad de las cosas se ha empobrecido, la humanidad se ha perdido y todo lo que existe es de baja calidad, todo es susceptible de ser deseado o codiciado pero una vez adquirido el goce que se promete no es verdadero, no resulta positivo, pues por mas obtuso e inconsciente que sea el individuo, en su espíritu, al alcanzar el objeto deseado nada habrá crecido, lo que con dinero se pueda comprar nada aporta, por el contrario, crece su vacio interior.
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