LA HOMOSEXUALIDAD
¿PECADO, ENFERMEDAD O CONDICIÓN?
Antes de 1973 la homosexualidad era considerada una
enfermedad, hasta que la Asociación Americana de Psiquiatría decidió que no se
trataba de un trastorno mental y para 1990 la Organización Mundial de la Salud
hizo lo mismo. Hasta este punto según los expertos, la homosexualidad no es una
enfermedad, no puede ser considerada como tal; claro está que desde el punto de
vista científico no se ha podido esclarecer las causas de dicha orientación sexual,
no se sabe si atribuirse a la herencia genética o a las experiencias que vive
una persona en su desarrollo o a la influencia social. Lo único claro y seguro
hasta el momento es y repito: NO ES ENFERMEDAD. Tener esto claro es una
condición necesaria para así poder comprender las variaciones tanto culturales
y sexuales del ser humano.
Ahora bien, se puede decir que la homosexualidad se convierte
en un objeto de polémica y estudio para la religión y la política, donde para
la primera se sigue considerando como un pecado y erróneamente de nuevo, como una
enfermedad que debe ser curada, más no como una condición humana. Dicha “enfermedad”
en el peor de los casos según el país en donde se encuentre puede llegar a
juzgada hasta con la pena de muerte, algo sumamente indignante, penalizar por
una preferencia sexual y no juzgar a quienes maltratan, engañan, matan y
cometen actos atroces contra la humanidad es algo que nos debería poner a
reflexionar.
En Colombia, país en el cual vivo desde que nací, desde que
tengo uso de razón, hablar de sexo ha sido un tabú creado desde el hogar y por
lo que he podido leer en los últimos años, no es algo solo de países
suramericanos, es una problemática global. Hablar de relaciones entre una
pareja heterosexual era y sigue siendo motivo de escándalo y más si se pregunta
a nuestros padres, vecinos, amigos y profesores sobre una relación homosexual; realmente
no se sabe qué es peor, si la reacción que tienen tratando de hacernos sentir
culpables solo por preguntar o las respuestas absurdas que nos dan para que olvidemos
el tema y no queramos averiguar más, como si no existiera el internet y las
redes sociales que cada día ofrecen un acceso ilimitado a dicha información.
Día a día en Bucaramanga una ciudad pequeña en comparación a
Medellín, Bogotá, entre otras, en las calles se puede observar jóvenes que
desde temprana edad, sin miedo a nada muestran su condición sexual, “salen del
closet” como popularmente se dice, algunos con apoyo familiar y otros sin
importar lo que opinen aquellos que les dieron la vida. Este tipo de conductas
me hacen pensar, ingenuamente, que el tabú homosexual puede ir desvaneciéndose
ya que nos encontramos en pleno siglo XXI, pero vuelvo a caer a la realidad
cuando nos bombardean con noticias como la del 4 de agosto de 2014, el suicidio
de un joven de escasos 16 años todo por una discriminación y acoso producido
por parte de las directivas del colegio, debido a su preferencia sexual.
De este joven no les intereso su gran capacidad intelectual,
el futuro prometedor que tenía por delante, sus ganas de salir adelante,
conseguir lo que más anhelaba. No, lo único que les llamo la atención de este
joven fue su gran capacidad de demostrar al mundo su condición sexual,
capacidad que como a diera lugar debían opacar para así evitar que los niños de
esa institución siguieran esos pasos pecaminosos y reprochables, visto así a
través de los ojos de esta sociedad, obteniendo de esta forma el final
lamentable de la vida de este joven que algunos lloran y otros prefieren
ignorar.
Al escuchar esta noticia y ver la discriminación a la cual
está siendo sujeto el hijo de Juan Pablo Ángel, a través de las redes sociales,
me pregunto ¿hasta cuándo la gente, por creer que tiene la verdad absoluta,
sentirá que tiene el poder de juzgar, discriminar y dar consejos morales sobre
lo que está bien o lo que está mal?, dicho poder se lo atribuyen simplemente
porque siguen la normas sociales que desde pequeños nos imponen, normas como “si
eres mujer te deben gustar los hombres”, “si eres hombre te deben gustar las
mujeres”, “debes creer que existe Dios”, “en esta casa somos cristianos tú
también lo debes ser”.
Me gustaría que alguno de ellos, con la sabiduría infinita
que sienten tener, me proporcionará la respuesta y me explicará cómo puedo
obligar a alguien a hacer lo que no desea, a sentir lo que no quiere sentir y a
ser “normal” simplemente porque la sociedad así lo pide. El decirle a un
homosexual que no puede querer, ni gustar, ni imaginarse con una persona de su
mismo sexo es como si me dijeran a mí que no puedo querer, ni gustar, ni
imaginarme con una persona de sexo contrario, es exactamente lo mismo, porque
me estarían obligando a cambiar mis gustos solo porque en la sociedad donde
crecí y me criaron lo ve mal y me pueden señalar y juzgar, tanto así hasta
hacerme sentir que no encajo en este mundo y a orillarme a pensar que soy yo la
que está mal y debería desaparecer (Eso es lo que deben estar pensando miles de
homosexuales que en este momento se sienten perseguidos y discriminados).
En la iglesia nos piden orar por las almas que perdieron su
camino, que encontremos la salvación y la cura y en los colegios retrógrados se
les impide a los docentes hablar sobre este tipo de temas para evitar que los
padres presenten quejas, simplemente, por querer abrir los ojos y la mente, a
esta juventud que está deseosa de un cambio. Y realmente lo único que se está
logrando con esto es que hayan más casos como el de Sergio Urrego, que personas
como él se sientan acorraladas y poco valoradas simplemente por querer ser
libre en una sociedad que solo se satisface a si misma cuando siente que ha
ganado por encima de todo, cuando cree tener la razón sin importar nada, matando
con sus discriminaciones.
Hay ateos más generosos que los mismo creyentes, de igual
forma, como hay homosexuales más valiosos que algunos heterosexuales que
simplemente ven cómo su vida pasa enfrente de ellos y no actúan y no hacen lo
mínimo para alcanzar sus sueños y su felicidad. Si se trata de orar y pedir por
alguien, deberíamos orar, si es que existe un Dios, por esas personas que
permiten que la sociedad cambien sus ideales y convicciones; deberíamos orar por
aquellos egocéntricos que piensan que el mundo debe girar alrededor de ellos,
que lo que está bien es lo que ellos creen, que el mundo se reduce simplemente
a formar una familia convencional, hombre y mujer, ellos si deberían buscar una
cura para así dejar de contaminar este mundo con ideas absurdas y con más
muertes injustas.
En mi humilde opinión la homosexualidad es una condición
humana que debe ser vista con respeto y admiración porque no cualquiera decide
y afronta ir contra la corriente, hacer lo que quiere sin importar el qué
dirán, no cualquiera reta los prejuicios sociales para defender sus
preferencias, pienso que son un ejemplo a seguir y que la gente que se
considera “normal” debería aprender un poco de ellos a ver si así forman parte
de un cambio y tener ideales diferentes para empezar a contribuir en la
evolución de una humanidad que prefiere sumergirse en prejuicios y dejarse
dominar por un dedo acusador que se auto atribuye un poder que quiere opacar y
eliminar mentes brillantes que simplemente se atreven a pensar diferente.
Katherine Rueda Galvis